Cuando se abren las puertas del ocaso
y el sol prepara sus huellas de canarios
entonces recoge sus haces moribundos
y encienden en el pétalo sus resabios.
En la tarde pálida y triste tantas veces
la otra recoge el color del corazón
conteniendo en sus brazos ardientes
las gotas que destilan tintes del fulgor.
Como un río de azulinas aguas
se riza en ondas de tersura y tornasol
que a la luz de la luna encendida
deja su rastro purpúreo en su interior.
Y desde las gotas del rocío mañanero
empapando en cristales sus alas al vuelo
olvida en segundos su paso infecundo
para recoger y almacenar la sabia del tesoro.
No hay temblores que acosen esa hora
aunque feroces hombres llevan lutos
se deja fuera el pecho de rencores
para renacer con nuevos frutos.
Y se busca entre tanto jardines un corro
el ávido anhelo mejorado
que entre líneas celestes sostenga
la que nobles poetas han sembrado.
En ese canto ardiente primavera
que traje de amor y risa sostenido
de tanto galante orgullo y caricia sustenta
que hasta mi sangre en ella hace nido.
Y allí está paciente y entregada
cual genio profundo donando lo bello
sublime camino de un alma perdida
que su encanto revierte lo malhabido.
Por sus estelas de finas madejas de cielo
se entrelazan todas las penas
se transforma en sonrisa el lloro
y en mágica esperanza la oscura visión
la torcida mirada del blanco anhelo
que se acumula nefasto bajo la caparazón...
así sublime por siempre ganando
reflorecer en nuevas ambrosías
toda la ilusión e ideas contenidas
que se funden para lo nuevo
donde seamos más que fruto fecundo
de la mágica fantasía...
Meulen/14