Subí a lo alto de este prestado edificio, a ver como el sol resplandecía a través de la ventana,
es que en este pueblo -ciudad poco se ve el sol tan rojizo al amanecer
es como si quisiera tomarle la mano al dios benevolente que nos saluda esta mañana,
pero en medio de la espesura del humo es complejo a veces ver la florida rosa.
Y mi palabra se anuda y se ata a lo más cotidiano , lo que nos acompaña al despertar de la vida a través de esta mirada sesgada que despierta a su realidad de la calle, transitada entre bocinazos de colectivos , furgones y más.
En el frontis donde levantaron el resguardo con ruedas de automóviles , se arma cada día el bar callejero que trae a sus clientes semi somnolientos envueltos en parcas oscuras y sus rostros rojos avivando el resplandor del sol , al primer sorbo del día , que les olvide el aguijón del hambre, el aguijón del sufrimiento , de la culpa o la rabia , quizás la vergüenza y con estallidos de risa desaforada parecen absorberse de la tragedia maloliente que destilan sus ropajes, porque ya han perdido esa dignidad personal y con ello , tal vez, han pateado el último jirón del corazón.
Y sigue pasando la vida ,como si nada a su lado, de tanto verles ahí cada día, se vuelven invisible al ojo del otro humano que camina taciturno y presuroso a trabajar y que con muestra de desagrado , con disimulo, la mueca de desprecio por lo atípico de ese grupo , siguen su rápido transitar.
Mientras tanto el local de comida barata sigue friendo una sopaipilla en aceite almacenado de más de diez días, vendiendo a su gusto y valor cada pitillo de cigarro , que con esta revuelta social le ha aplicado intereses y restricción de venta , para ver si el mercado sube o la escasez venga después,
total él empata con el otro gran mercado , que sin demora han subido sus cientos para nivelar las pérdidas que resultan del alboroto social.
Así, eso pasa , mientras veo a mujeres de manos temblorosas , de todas las edades ,comprando la ocasión del cigarro y van a fumar el veneno detrás de los basureros , escondiendo la derrota o la censura , ellas ensimismadas tras la cortina de humo, quieren convencerse que quizás mañana dejarán de fumar.
De pronto convergen de varias calles aledañas a una avenida central: autos ,carros de supermercados, carretillas o mujeres con grandes bolsas a cuestas ....todos arrastran mercadería de segunda mano , para vender de ocasión, he recorrido varias veces eso que llamamos "el moll callejero" ; allí convergen mujeres jóvenes y de mucha edad , la mayoría son madres solas que se arreglan al día a día para la mesa, otras ya jubiladas que no alcanzan a fin de mes, la abuela me sonríe cuando pasé a buscar un ovillo de lana usada, me dice :-se vende mejor la lana de esos chombas que nadie compra - es más trabajo, pero con eso me alcanza, un poco más, para el mate y el pan. Mientras se apretuja entre sus gruesas ropas y faldas de colores, me aletea el corazón , me viene el recuerdo de mis abuelos que no tuvieron esta tragedia, ellos comían papas, carne y queso orilla de un fogón.-
Es un día apenas ilustrado desde la ventana, mientras el olor de humo de lumas,mañío y ulmos inundan la ciudad , hoy es un día semi-nublado como tantos otros, todos arrastrando la vida, muchos agotados y derrotados antes del amanecer y el sol como tantas veces en esta primavera naciente , otra vez desaparece tras la neblina del humo y esperaremos que al final de la tarde vuelva a llover.-
Meulen/2020