aunque parezca
no tener sentido el extraviarme
desfallecer todo el día
amanecer en el éxtasis...
de lo que se enciende a mis pies
que del amor latió fecundo
el torrente del mejor fulgor
que me desató de oscuros tumbos
donde arrullo necio profesaba
en latido pérfido de la coraza
que solo llenaba un vaso impuro
por donde me sometía a porciones
migajas si acaso válidas
a mi encendido corazón...
por donde me sometía a porciones
migajas si acaso válidas
a mi encendido corazón...
Qué sabía yo de esta otra materia
qué sabía yo de esta sabia
de luz fecunda irradiada
de luz fecunda irradiada
agua ardiente que baña todo
agua ardiente que me consume
y que nunca encontré en labios
ni copas de licores frutosos
una fuente para calmar mi sed ,
manos torpes, caricias vanas
vacía , frívola anduve perdida
extraviada la vista, el ojo , el pie
andante sin rumbo
bebiendo en aguas estancadas
llenándome de su lobreguez,
llenándome de su lobreguez,
garganta seca , respiro acelerado
cansada , una carga tan terrible
que me quitaba aliento
y todo me dejaba sin nada
solo me lanzaba cada vez más
por el oscuro fallecer...
solo me lanzaba cada vez más
por el oscuro fallecer...
Sin embargo por mis rosales
yo avistaba otro rayo de sol
venía aleteando de amanecida
que cada día feroz me traspasaba
alocando mi exaltación
tan magna a veces me sacudía
por algo inmenso
sentía agitarse, estremecía...
Mas nada calma la sed del sediento
cuando espera más que pobre caricia
o palabras que resonaban fatuas
para afirmar la fe enflaquecida
lumbre que nunca viste
por un distinto amanecer...
lumbre que nunca viste
por un distinto amanecer...
Tiempo del tiempo
que yo intuí al andar errante
un día de tantos oí de lejos
el llamado más hondo que presentí
corriendo fui a ver lo cierto
bastó una mirada para comprender
el gran suceso...
en los ojos sin mácula
que se hunden en el alma
estremeciendo más
inflamaron todo mi ser
jamás sentido, jamás intuido
del más inmenso amor
por mi corazón nunca habido
donde se sacia la sed insaciada
donde se refresca cada rayo de sol
donde anida el elixir sagrado
que atesora perlas perfumadas
taladrado mi ser, conmovido
brota de los más hondo
vertiente inacabada
de lágrimas de citrino
para adornar el camino de mi Señor
entregando mi agua viva renacida
en gratitud al bien divino
donde no pesa nada
donde no se culpa nada
donde no se culpa nada
no hay quejas por el santo querer
así entregando por tu piedad
mi ser licuado, vertido
por el río de mis lloros
en esos días tan dolorosos
en esos días tan dolorosos
lave tus llagas mi Señor
que de tu Amor tan vasto
al pequeño amor del mío
tengas por prenda mi Jesús
cual flor del almendro
que vuelve a florecer
que vuelve a florecer
fragante siempre en tus aromas
y loando por siempre a tus postrer
crezcan más semillas
para bendecir tu Nombre
por los siglos de los siglos
por todas aquellas que como yo
ofrecen en sublime entrega
una copa de vida
de la mejor savia tejida
cual suave seda de oro y plata
una copa de vida
de la mejor savia tejida
cual suave seda de oro y plata
para honrar y bendecir tu santo dolor
en la cruz zaherido
y sean al fin parte de prenda
por tu inmenso Amor al mío
por tu inmenso Amor al mío
cuando de tu Cruz encendida
nos diste cobijo en tu abrigo
y alimento desde tu Sangre y agua
el fruto más vivo
que sempiterno por siempre
ha de resplandecer!
y alimento desde tu Sangre y agua
el fruto más vivo
que sempiterno por siempre
ha de resplandecer!
Meulen/2020
Texto del Evangelio (Jn 20,1-2.11-18): El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
Texto del Evangelio (Jn 20,1-2.11-18): El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.