En el hilo de la vida...

Hoy , después de muchos tiempo, quizás años , tomo un huso y un rollo de lana de oveja blanca como nube y comienzo a realizar una labor que no he olvidado, que aprendí desde la niñez, en esos largos inviernos, por allá en una vieja casa campestre , a orillas de un río y en noches de invierno, cuando , mientras afuera llovía a mares , dentro, bajo la lumbre de grandes mecheros a parafina y de lámparas a petróleo, con mi tía mami nos dábamos a esa labor.

Ella, mientras hilábamos contaba historias de duendes , esos mismos , decía, que vivían en el monte cerca de nuestra casa y que salían en noches de luna llena a jugar con los desordenados hombres que se retrasaban para llegar a su casa y éstos los perdían por otros caminos, no era menos cierto que muchos aparecían por lugares muy lejos de sus casas, todos desorientados , a veces con sus ropas al revés y sin recuerdos...Bueno , eso contaban ellos y nosotros y como era la mami que lo decía, no había porque dudarlo...

La vida sigue danzando, con mi bailarín, mientras observo a mi hermana, que a mi lado se alienta y toma también su huso y comienza a hilar , entonces se hace presente el ancestro ( la cultura de quienes nacen en el campo , y crían lanares) medito con ella, pienso que somos las últimas de la generación que va quedando, que aún se nos hace motivo realizar estas labores, quizás...

Recuerdo , como mi madre hace dos inviernos atrás , aún realizaba sagradamente esta labor y luego terminado el proceso de hilar y torcer el hilado lo convertía en medias y chombones de lana que tejía para el único hijo (nuestro hermano) que a la fecha aún muestra orgulloso , la obra de esas viejas manos...y así pasaban los días y los años para ella y así estas horas cómplices de hilanderas, pasan ahora para nosotras.

Claro, quizás yo no haga medias , ni chalecos , pero tengo la idea de convertirla en cobertores igual como lo hace mi hermana, desde hace varios inviernos y así el hilo de lana de oveja sigue la rueda de la vida y nos sumerge en las tantas pláticas que en este rato aprovechamos de darnos y desde esa niñez al hoy, comprendemos, que a pesar de todo, lo que nuestras mayores sembraron nunca morirá, siempre existirá una hija de la tierra, que tarde o temprano buscará sus raíces.